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Conocer la morfología de lo indeterminado

Publicado por Óscar Preciado el 12 de septiembre del 2024 en: Literatura, Ciencia, Arte, Destino, Colaterales, Poesía.

El precio que nadie está dispuesto a pagar

Poder contemplarlo todo, quizás, con absoluta discreción, sitúa el trasfondo de los instintos más silenciosos e indómitos de la humanidad en una extensión lejana y poco consecuente con el movimiento de la sangre.

Uno se revuelca ante la narrativa de poder trascender aspectos de la mente, como la capacidad de recordar una idea o un sentimiento encajado en determinado momento de la continuidad, como anticipándose a lo que es posible anhelar y sin embargo permanece lejos del alcance de sus deseos más profundos.

El destino, como conclusión de una serie de acontecimientos que se comprimen sobre sí mismos en el límite de la linealidad, sugiere la posibilidad de conocer la suma de los desenlaces siempre que conozcamos las variables que toquetean su naturaleza intrínseca. Pero a todos sus efectos, se le añade un factor externo que, personal y metódicamente, catalogaría como la carga: un dolor de proporciones inmensas que supone la experiencia anticipada de la agonía de todas las cosas y la imposibilidad de reconducir esa metamorfosis (a la que la materia está sometida naturalmente) hacia otro desenlace.

Morfología de lo indeterminado

Almeria, España 2023

Aunque empecé a redactar este poemario hace más de diez años y la gentileza del tiempo lo único que permite como constante es la metamorfosis del todo, las expresiones que provienen de las entrañas pueden surgir eventualmente, como en este caso, para acercar la definición del dolor ante el pleno conocimiento de un destino.

Comprender el tiempo

Como un déjà vu insostenible
del que no se puede desacoplar
ni por un instante
sus miserias y su grandeza.

Tiro de gracia

Eres mi ruleta rusa,
el arma que me volaría los sesos…
o la bala que redimiría mi existencia.

Farewell

Me vi en su mirada,
me costaba irme, más de lo que cualquier ser humano puede planear.
Sus ojos emanaban un dolor de magnitudes incalculables,
pero era tarde,
siempre lo fue,
el viaje había comenzado
y a pesar de que nos habíamos llenado las bocas de adiós,
los ojos aún no hallaban forma de despedirse.
Y dolió contemplar su mirada a través del cristal
y dolió verme reflejado en sus ojos huyendo sin ella.
Entonces lo supe: algunas cosas duelen un minuto,
otras un par de horas…
y algunas otras toda una vida.

Fragmentos de Cielos de alquitrán.