«Las frases de Óscar Preciado inspiraron este cuadro, frases que evocan amores del pasado, besos que nos devoran hoy o tal vez esos amores que nunca han sido y que sólo viven en nuestra mente. Las palabras que se dijeron y quedaron, las que se omitieron y las que quisiéramos haber dicho».
— Marcela Robayo.
«Fuimos sincronicidad». Se requiere una sensibilidad especial para materializar la profundidad de una obra cuyo carácter depende de tantos tonos, palabras, conjunciones y significados.
«Dame fuego nena, le dije. Sus labios ardían más que el otro extremo de mi cigarrillo». Cuando redacté Cielos de alquitrán pensé en dejar sobre el papel un breve retrato de las experiencias que daban forma a mi manera de pensar, sentir y vivir. «La nicotina nublaba los nervios que perciben el alma rota», poco tiempo pasó para ser plenamente consciente del mapa que iba dejando y que reflejaba desde el ámbito literario momentos que se consumaban y me despedían vacío y otros, como lo sugirió la interpretación exacta de Marcela en algún punto, que no se concretan y a pesar de esa falta de sustancia, terminan latiendo eternamente entre los reflejos y sombras de nuestras memorias.
La obra traída a la realidad entre acrílico y yeso sobre tela es un guiño a los amores inconclusos, los deseados, que no alcanzan el clímax de su realización y así mismo el desborde de pasión que se derrama a través de cada borde de la piel cuando el mundo pone lo necesario para que florezcan las coincidencias.
Como esta, muchas de sus pinturas trascienden material esencial de la cotidianidad al ámbito artístico, pero ver ésta en particular, es observar un prisma de sentimientos y momentos desde varios ángulos en un solo plano, porque convergen los desarrollos literarios y la manifestación artística, en esa simbiosis pasan a ser una creación única.